"¡Devuélvanme mi dinero!"

- Buenos días -saluda-. Vengo a retirar los intereses de mi dinero.
El Cajero le pregunta el nombre, etc., teclea la máquina y, al momento, arquea las cejas y comenta:
- Lo siento, señora. Usted no tiene dinero en este Banco.
- ¡Cómo que no! -se enfada la anciana-. Estuve veinte años ingresando aquí mis ahorros. ¡Quiero retirar mis intereses!
El Cajero teclea de nuevo, escruta la pantalla, pero nada. Vuelve a mover la cabeza.
- No lo entiendo, señora. Aquí indica que su cuenta está vacía desde hace mucho tiempo.
- ¡Ladrones! -se exalta la mujer- ¡Llame usted a su jefe! ¡Quiero hablar ahora mismo con su jefe!
El Cajero, sorprendido, se retira y al poco rato aparece junto a un hombre de más edad y aspecto distinguido. Sin duda el Director del Banco.
- ¿Qué sucede, señora? -sonríe el Director.
La mujer explica de nuevo su deseo con malos modos, etc. El Director, paciente, teclea con parsimonia la máquina, rebusca en sus zonas más recónditas, etc. Y tras un par de minutos informa:
- Señora, veo que durante veinte años usted ingresó, en efecto, minúsculas cantidades, que al día siguiente retiraba. Luego volvía a ingresar unas monedas, y volvía a retirarlas. Y así frecuentemente. Su calderilla nunca estuvo aquí más de 24 horas y además causó muchas molestias a este establecimiento. Su saldo desde hace treinta años es cero.
Ésta vez la mujer sí se enfurece de verdad:
-¡MENTIRA! -grita- ¡INVERTÍ aquí mis ahorros durante AÑOS y ahora quiero mis INTERESES! ¡Dadme mi recompensa! ¡Devolvedme mi dinero!
El Director y el Cajero se miran, perplejos. El primero insiste:
- Señora, le repito que usted no tiene nada aquí. Quizá sólo recuerde lo poco que ingresaba, pero no lo que retiraba...
- ¡Ladrones! ¡Estafadores! ¡Quiero mi dinero YA! -vocifera la mujer, que enarbola rabiosamente su bastón y golpea el mostrador con el otro puño.
La amabilidad desaparece del rostro del Director, que dice muy seriamente:
- Señora, cálmese ahora mismo y salga del establecimiento, o tendremos que llamar a la Policía.
¿Moraleja? Así pretenden las malas madres y padres, en su vejez, cosechar de sus hijos lo que nunca sembraron.
- Lo siento, señora. Usted no tiene dinero en este Banco.
- ¡Cómo que no! -se enfada la anciana-. Estuve veinte años ingresando aquí mis ahorros. ¡Quiero retirar mis intereses!
El Cajero teclea de nuevo, escruta la pantalla, pero nada. Vuelve a mover la cabeza.
- No lo entiendo, señora. Aquí indica que su cuenta está vacía desde hace mucho tiempo.
- ¡Ladrones! -se exalta la mujer- ¡Llame usted a su jefe! ¡Quiero hablar ahora mismo con su jefe!
El Cajero, sorprendido, se retira y al poco rato aparece junto a un hombre de más edad y aspecto distinguido. Sin duda el Director del Banco.
- ¿Qué sucede, señora? -sonríe el Director.
La mujer explica de nuevo su deseo con malos modos, etc. El Director, paciente, teclea con parsimonia la máquina, rebusca en sus zonas más recónditas, etc. Y tras un par de minutos informa:
- Señora, veo que durante veinte años usted ingresó, en efecto, minúsculas cantidades, que al día siguiente retiraba. Luego volvía a ingresar unas monedas, y volvía a retirarlas. Y así frecuentemente. Su calderilla nunca estuvo aquí más de 24 horas y además causó muchas molestias a este establecimiento. Su saldo desde hace treinta años es cero.
Ésta vez la mujer sí se enfurece de verdad:
-¡MENTIRA! -grita- ¡INVERTÍ aquí mis ahorros durante AÑOS y ahora quiero mis INTERESES! ¡Dadme mi recompensa! ¡Devolvedme mi dinero!
El Director y el Cajero se miran, perplejos. El primero insiste:
- Señora, le repito que usted no tiene nada aquí. Quizá sólo recuerde lo poco que ingresaba, pero no lo que retiraba...
- ¡Ladrones! ¡Estafadores! ¡Quiero mi dinero YA! -vocifera la mujer, que enarbola rabiosamente su bastón y golpea el mostrador con el otro puño.
La amabilidad desaparece del rostro del Director, que dice muy seriamente:
- Señora, cálmese ahora mismo y salga del establecimiento, o tendremos que llamar a la Policía.
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¿Moraleja? Así pretenden las malas madres y padres, en su vejez, cosechar de sus hijos lo que nunca sembraron.