Maltrato infantil y neurosis
Toda
neurosis adulta genera algún tipo y grado de maltrato infantil. Y todo
niño maltratado se convertirá, a su tiempo, en un neurótico. Es un círculo
vicioso. Una cadena sin fin. Ahora bien, la esencia de todo maltrato no es
su apariencia física, sexual, etc., sino su naturaleza neurótica, es
decir, generalmente emocional, inconsciente y crónica.
Laura Gutman lo ha llamado con mucho acierto "violencias invisibles". Son
maltrato todos aquellos sentimientos y conductas adultas que niegan
al niño y se imponen por la fuerza sobre él. Obviamente, cuanto más
precoces, graves, frecuentes y prolongados a través del tiempo son estos
maltratos, y cuanto menos apoyos de cualquier tipo reciban las víctimas,
más severas y duraderas serán sus secuelas. Y más inevitable será la
transformación de estos niños en nuevos maltratadores de sí mismos, de sus
hijos y de otras personas.
Las expresiones del maltrato emocional -o, en definitiva, del desamor- son infinitas. Abarcan desde las acciones más sutiles e insidiosas hasta las más explícitas e incluso criminales. Hagamos una pequeña lista:
violencia física, abuso sexual, abandono, negligencias, humillaciones, críticas, agravios comparativos, intimidación, amenazas, castigos, represiones, ira, odio, desdenes, celos, indiferencia afectiva, invasión psíquica, simbiosis patológica, sobreprotección, autoritarismo, culpabilización, manipulación, explotación de cualquier tipo, conflictos parentales, neurosis parentales (narcisismo, adicciones, depresiones, trastornos de personalidad...), psicosis parentales (esquizofrenias...), etc.
Debemos insistir en el hecho de que lo nocivo de cualquiera de estos problemas no es tanto su "tipo" como su índole neurótico-emocional (y, por supuesto, su frecuencia). Por ejemplo, un fuerte castigo no es dañino por el hecho de ser desagradable y obligatorio para el niño, sino sólo cuando expresa una falta de empatía, cariño y justicia por parte del adulto. Pero ese mismo castigo, en otras circunstancias y aplicado con justicia y amor, puede ser perfectamente necesario, aceptado y emocionalmente inocuo para el niño.
Lo que caracteriza, en definitiva, al maltrato es el permanente triunfo del maltratador sobre la víctima impotente. Como ésta no puede defenderse, ni escapar, ni ser ayudada por nadie, vive en un estado permanente de desamparo, miedo, ira y culpa extremas, generalmente bastante reprimidas. Éstas serán las fuerzas que determinarán su neurotización.
Maltrato infantil y neurosis son las dos caras de una misma moneda. No es posible comprender una sin comprender también la otra, de igual modo que es inconcebible cualquier bienestar emocional sin solucionar ambas. Toda psicología, cualquier medida social que insista en considerar ambos asuntos -la violencia contra los niños y la salud mental- por separado, está irremisiblemente condenada al fracaso.
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