¿Quieres o deseas?
Los
niños "quieren" cosas. Los adultos queremos cosas. Todos queremos muchas,
muchas cosas... Nos convencemos de ello gracias a la educación, la publicidad, los
eslóganes políticos, la envidia, nuestros caprichos y apetencias según el
momento... Por ejemplo, queremos ver una película, teñirnos el pelo, comprarnos
más ropa, cambiar de móvil, reformar el baño, etc.
Solemos usar ambos verbos, querer y desear, como si fueran sinónimos, pero vemos, según lo anterior, que no lo son. Querer tiene un sentido más o menos circunstancial, optativo, superficial. En ciertas condiciones pasajeras, simplemente nos apetece, "queremos" esto o aquello. Desear tiene, en cambio, un matiz más profundo, general, permanente. Surge de las verdaderas necesidades psicofísicas conscientes e inconscientes de nuestro corazón.
¿Qué sucede, entonces, cuando habitualmente confundimos lo que queremos con lo que deseamos, o viceversa? Esto es muy frecuente. Por ejemplo, a menudo queremos algo que realmente no deseamos. O no queremos cosas que, en el fondo, sí anhelamos de verdad... O simplemente no sabemos lo que deseamos o no, y llenamos este vacío con toda clase de caprichos sucedáneos ("quereres de consolación"). ¿Por qué nos sucede esto? Obviamente porque nuestra sociedad nos abruma con tantos objetivos y expectativas ajenas que acabamos "olvidando" casi por completo nuestras propias necesidades. Nuestro verdadero ser. Esta enajenación, que nos hace adoptar con frecuencia decisiones equivocadas e incluso incompatibles con nuestro corazón, suele ser una parte fundamental de nuestras neurosis.
Una de las claves de la maduración es, por tanto, redescubrirnos a nosotros mismos. Aprender a distinguir lo que creemos que "queremos" (en el fondo, lo que se espera de nosotros, lo que nos inducen a querer, lo que nos sentimos obligados a hacer por miedo, culpa, imitación, desamor, aburrimiento, etc.) de lo que verdaderamente necesitamos y deseamos. No es fácil lograrlo, pues solemos identificarnos tanto con los deseos ajenos que llegamos a sentirlos como propios... Pero, con un meticuloso trabajo de crecimiento personal, podemos emanciparnos de tan liosa confusión.